jueves, 20 de noviembre de 2014

El día que nos pusimos de novios, recuerdo que tuve una mezcla de sensaciones que todavía ahora, casi siete años después, todavía no puedo explicar con total exactitud.

Las alborotadas hormonas de mis 16 años llenaban mis venas de euforia y hacían latir rápido mi corazón; pero a la vez, aquella parte de mi mente, pensante y bastante madura para mi edad, daba vueltas alrededor del mismo tema: "tengo miedo". Miedo a llorar de amor; de enamorarme y terminar no siendo correspondida; de sufrir por culpa del desamor. Eso. Miedo a que el sentimiento que demuestro no sea recíproco.

Al pasar un poco de años más, me di cuenta de que en realidad no tenía ni idea de lo que significaba sufrir por el amor de alguien... hasta que empecé a sufrir por él. No sólo porque se había destruído todo con quien fue el primero -y el único- con quien había empezado a tener sueños y proyectos de vida más realistas, sino porque realmente no logré tener esa conexión tan particular que tuve con él, con otra persona.

Y lo intenté, ¿eh? De verdad lo intenté. Pero incluso ahora, lo veo y empiezo a sentir las mismas ansias que sentía cuando lo veía las primeras veces, siendo una puberta. De verdad que no estoy jodiendo cuando digo que es la única persona cuyos abrazos más me gustan y mejor me hacen; juro que me toca y sus caricias reverberan en todo mi cuerpo. Es increíble que todavía ahora siga teniendo ese efecto en mí... Increíble, y a veces hasta diría que triste.

Y a triste me refiero a las circunstancias actuales... es horrible seguir sintiendo todo esto por él y no poder decírselo más. Un montón de veces me pasó que tenía que ir de brazos cruzados a su lado porque tenía miedo de que notara mi piel erizada si me tocaba; me daba miedo abrazarlo y que se diera cuenta de que sus abrazos me hacían temblar...

Pero lo que siempre me costó más esconder, fueron mis lágrimas. Un montón de veces me fue inevitable llorar -estando a su lado, disimuladamente y en silencio, tratando de que no me viera- debido a la impotencia de no poder decirle lo que sentía por él. Y sí... a esto me refería con mi miedo a sufrir.