miércoles, 26 de diciembre de 2012

Te lo aseguro

Desde más o menos principio de año trabajo los Miércoles ayudando a mi mamá, en una casa donde convive una familia muy chiquitita: Romina y su hijito, de poco más de un año.
Siempre me sentí cómoda en ese lugar. La chica es muy cálida, el ambiente siempre fue agradable y me encariñé mucho con el bebé. Me gusta mucho trabajar ahí.

Sin embargo, hace poco más de seis meses que no me gustan los Miércoles... y no es por el bebé, mucho menos por Romi.
El primer día que tuve que ir después de toda una semana de duelo, llanto y angustias, fue muy difícil empezar de nuevo con la rutina. Parecía que las canciones que escuchaba en la radio me bombardeaban con letras que identificaban mi todavía latente tristeza, de repente notaba que los estantes estaban llenos de fotos de familiares sonrientes y unidos... por alguna razón, hasta ordenar los juguetes del bebé o doblar su ropita me sensibilizaba. Todo lo que había en esa casa me hacía llorar... desde ver chupetes o fotos del casamiento de Romi, hasta hacer la cama matrimonial.

Me di cuenta de que me sentía identificada con Romina. Ella se había separado antes de que yo la conociera, y mientras mi mamá trabaja con ella siempre me contó que Romi estuvo muy triste por su separación. Pensar en la idea de que en cierta forma estoy viviendo lo que vivió ella es lo que me pone mal. Entenderla, saber lo que se siente, haber tenido tantos sueños, pensar en que podrían seguir cumpliéndose y caer en la realidad de que mucho de todo eso quedó atrás...

Hoy, otro Miércoles, lloré antes de levantarme de la cama. Como siempre lloré pensando en que lo extrañaba muchísimo, a Él y a todo lo que viví a su lado, y a pesar de que no tuve ganas de pasar por lo mismo yéndome a la casa de Romi, tuve que levantarme. Tuve que soportar nuevamente ver las fotos, tuve que volver a intentar superar este duelo del que no logro salir del todo... y aguanté como pude.
Sin embargo, justo cuando estaba más calmada, ví algo que me volvió a emocionar hasta las lágrimas.


Escondido entre imanes en la heladera, encontré este papel escrito. Era algo que Romi tal vez había dejado para ese amor suyo que se fue hace tiempo... por más que él nunca lo pudiese ver. Palabras exactas que describen completamente lo que me pasa hace más de seis meses.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Afinidad que no se termina.

El momento de despedirse había llegado demasiado rápido. Estaba segura que apenas dos horas de poquitos abrazos jamás serían suficientes para descargar todo el cariño que acumulé durante las más de dos semanas que no pude estar con Él.

Los colectivos venían uno detrás del otro, pero nunca el que tenía que tomarme. Era como si al principio algún ente externo supiese mi deseo de no irme nunca... pero no había diferencias, de todas formas los minutos estaban pasando como segundos.


Por primera vez en toda la noche, tomé su mano con vergüenza e inseguridad, lo abrazaba cuanto podía y besaba su cara sabiendo que no me animaría a llegar a su boca. Al saber que de nuevo tendríamos que separarnos, sentía cómo la tristeza venía en forma de lágrimas queriendo salir de mis ojos... por eso a veces esquivaba los suyos, tenía miedo de desbordar cualquier signo de debilidad con su mirada. Tenía miedo de mirarlo y a veces hasta cerraba los ojos por miedo a terminar mirando sin querer sus labios mientras hablaba.

Me refugié en un abrazo, en un beso que nunca llegó a donde yo hubiera querido, y Él lo supo:

- Estás así porque no sabés cuándo nos vamos a volver a ver, ¿no?


Una sonrisa que no fue de felicidad precisamente, se curvó en mi cara cuando escuché eso, y asentí. No pude evitar mirarlo e inevitablemente empecé a verlo borroso.


- ¿De verdad? ¿Estabas pensando en eso? -volvió a preguntarme. Y no me acuerdo cómo se lo reafirmé. Sólo que me sentía muy acongojada como para poder decirlo en voz alta sin que se note lo que me pasaba.


- Te juro que lo sentí. -sonrió Él- ¿Cómo se llama eso...? Telepatía.


En parte volviste a sorprenderme, pero en otra gran parte, la verdad no. Siempre terminás enterándote hasta cuando estoy pensando en que muero por darte un beso.