martes, 27 de noviembre de 2012

Para no descarrilar

Buen día. Quiero comentarte que me encanta soñar con vos. Más que nada porque es una forma de estar cerquita tuyo ahora que no puedo verte casi nunca; es una manera de darte todo el cariño que quiero y que sentí que faltó cuando, teniéndote a mi lado, no seguí acariciándote la nuca; o eso que se me ocurría decirte justo cuando no estamos juntos, de decirte todas las cosas lindas que la vergüenza me impedía decirte...
Incluso en mis sueños me emociono cuando solo hacés algo tan simple como agarrarme de la mano. Me estremezco cuando me acariciás y siento el tacto de tu piel; me conmueve tu mirada, me siento radiante y feliz cuando me abrazás o me das un beso. Me siento tan enamorada como cuando estoy despierta.

Y bueno... reconozco que a veces, cuando no estás -y muchas otras veces en las que sí estás- caer en la realidad de que te extraño me sigue haciendo llorar. Pero también te sigo amando y estoy llena de cosas hermosas para contarte y darte... siempre. Supongo que al menos tener a mis sueños como modo de decirte y demostrarte todo eso es algo que me ayuda mucho. Para no descarrilar mientras pienso en vos todos los días.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Desde mi esencia


"Caí más de una vez y, aprendiendo de los tropiezos, me responsabilicé por mi pasado".

Hace meses que no cruzo alguna mirada con vos; meses estoy pasando sin verte, sin siquiera hablarte... ni siquiera pude saludarte por el día de la madre, ni pude verte aunque sea cruzar con el auto delante de mí... es que te siento muy lejos.
Y a pesar de que el tiempo sigue pasando, de que pareciera que al resto de las personas le es fácil superar algo como esto después de tanto, de que hay cosas que hacen que yo sea un poco más fuerte; a pesar de toda la esperanza que surgió de entre las cenizas, de las distracciones de las sonrisas y de algunas lágrimas olvidadas... hoy, sin embargo, volví a extrañarte. Sí, porque a vos también te extraño.

Me percaté de eso cuando hoy sentí ese ardor en la garganta. Esa cosa incómoda que siento trabarse en mí cuando trato de tragarme la angustia me pasó al pensar en vos. Sin notarlo, la tristeza repentina entrecortó mi respiración al darme cuenta de que hoy tampoco te tendría a mi lado para charlar. Era como que tenía una necesidad muy grande de contarte lo que me pasaba, cómo me sentía... y al encontrarme sola, sin la presencia de tu apoyo antes tan incondicional, me sentí re perturbada.

Y visto desde afuera, esto que me está pasando sería visto como algo ridículo. Cualquiera me mostraría cientos de motivos por los cuales esto no tiene que importarme, y sin embargo acá estoy, extrañándote y necesitándote. No sé si por la gran habilidad que tengo para encariñarme rápido con las personas, o por la tuya, por ahí todavía más grande, de haber hecho que te admire y haya llegado a querer tanto.

Sin querer volví a acordarme de la relación tan linda que teníamos, de todo lo que me cuidabas como si fuera tu hija, de las lágrimas que compartimos, de las risas... hasta del último abrazo que me diste. Hasta eso, el último.

A veces pienso en que me encantaría poder compartir una cena con vos de nuevo, pero después me pongo a pensar mejor y... ¡con qué vergüenza me sentaría en esa mesa! La misma que sentí cuando me retaste la  primera vez que nos vimos, que no me dejabas decirte "usted". Todo sería como la primera vez. O no tanto...

Hoy realmente te necesité, quisiera decir tu nombre para engañarme y hacerme creer que estoy más cerca tuyo, pero ya ni a eso me animo. Necesité hablarte, tu compañía, escucharte, no sé... compartir un momento con vos. Te necesité y sigo necesitando mucho.
Ojalá con algún pensamiento, no sé... con algún sueño, de alguna forma puedas enterarte de todo lo que te estoy extrañando.

Y ni siquiera tengo una foto con vos...