lunes, 28 de febrero de 2011

Sketch

Sabía que llegaría temprano a pesar de haber dado tantas vueltas: fui al banco, chusmeé vidrieras (aproveché y compré unas cosas)... pero el acto de comienzo de clases de mis primitos sería a la una y yo estaba por tomarme el subte a las 11.

El pasillo del subte se disfrutaba en medio de una hora no pico, con un vacío que no daba ganas de levantarse. Luego de pocos minutos de estar sentada, ví que desde la puerta que tenía a mi izquierda entró una pareja que no parecía sobrepasar demasiado mi edad, muy enojada, discutiendo en voz alta.

- ¡Dejá de pedirme perdón, no te perdono ni loca después de lo que me hiciste!
- Pero dejame que te explique, bichito.

La voz tan alta me sorprendió al principio, aunque después me di cuenta de que era sólo una actuación que podía apreciar a menos de un metro de mí.
Ellos discutían porque Ella lo había encontrado a Él con otra mujer en su propia casa. Y mientras Ella hablaba sola de lo enojada que estaba en la otra punta del andén, Él pensaba en voz más alta que hubiera sido mejor idea sacarla a su amante por la ventana, pero que ya había sido tarde.

Un segundo después todo se congeló en mi mente, al principio me sentí expuesta, sorprendida, anonadada:

- A vos no se te hubiera ocurrido salir por la ventana para que no te encuentren con tu amante? - Me preguntó Él.
- Este... nunca había estado en una situación así - contesté casi sin pensarlo y con la garganta trabada, sonriendo tímidamente y en voz baja, muy baja a comparación de la suya.
- Ah, bueno, si querés puedo invitarte a casa, la ventana es grande y podés salir muy fácilmente!

Tragué saliva para hacer más sutiles mis nervios. Sonreí, sin saber qué decir, y antes de que pudiese abrir la boca para pronunciar unas palabras que ni yo sabía cuáles iban a ser, Ella me salvó:

- Hey, y esa?! Quién es?!

Definitivamente no me había salvado. Él la miró con cara de suficiencia:

- Mi otra compañera de aventuras.

Noté que en ese instante algunas miradas que me habían tenido como protagonista ahora reían, y yo notaba con gracia que la piel de mi cara combinaba con el color rojo de la remera de Él. Me escondí entre mis manos...

No pude evitar darles algo cuando terminaron. La mayoría tampoco pudo después de los aplausos.

sábado, 26 de febrero de 2011

Brake

El humo del colectivo hizo llorar mis ojos al bajar. El ruido de la cuidad parecía no afectar a nadie y la gente caminaba por todos lados, desesperada, automatizada, apurada por llegar a alguna parte, sin prestar atención a lo que tenían alrededor.

Pero al llegar al andén del tren algo captó mi atención... miré hacia arriba y en lo alto de un árbol muchas cotorritas susurraban entre sí. No las podía contar, eran seguramente más de diez; no las podía divisar, era como si disfrutaran de enconderse entre las hojas y las flores que abundaban en lo alto. Lo único vistoso era el cielo, más allá, en ese entonces despejado y tan azul que encandilaba.

Las flores rosadas que las avecitas tiraban caían en el andén del frente, girando en el aire, deslizándose con cautela, y cuando volvía a mirar estaban ellas otra vez, volando, cantando en voz baja junto a algún que otro picaflor que de vez en cuando llegaba a ver entre lo imperceptible. Para mi sorpresa estaba sonriendo, me dí cuenta de que inconcientemente lo estaba haciendo, disfrutaba de ser espectadora de algo tan simple pero bonito...

... y entonces un ruido de rieles me distrajo.

El picaflor se apoyó sobre los cables que estorbaban mi vista al cielo. El tren llegó y terminó de estorbar mi vista, un hombre exhaló el humo de su cigarrillo muy cerca de mi cara y caminé hacia el tren. Volví a la realidad.
(Bueno, al menos los segundos de mi descanso de la rutina habían sido lindos mientras duraron).

jueves, 24 de febrero de 2011

Viejo Verde

Que te miren en la calle como si fuera que sos la única mina que queda todo el barrio o que te griten cosas sarpadas, bueh... eso lo hacen casi todos.
Que te apreten en el subte y sientas que te manosean toda mientras un tipo más alto que vos te mira el escote... buah, por ahí son alucinaciones mías, no soy la única que siente eso.
Que en el colectivo te pellizquen una nalga y al darte vuelta veas a todos los pibes haciéndose los dormidos, OK, te da bronca pero, ¿Qué podés hacer?
Que venga un chico en bici y frente a tus ojos te toquetee una teta, listo, las puteadas no faltan pero para entonces el fulano ya está a una cuadra.

Pero estar entre toda la gente y sentir que en menos de un segundo una mano podrida y arrugada se pierde bajo tu pollera y se hunde en la parte más sagrada de tu cuerpo femenino... eso sí es traumático =/.

(me acuerdo y me da mucho asco =( ).

jueves, 17 de febrero de 2011

Cuando Dios da un portazo...

No soy una veterana loco, con 19 años no tengo más experiencia que el jefe mayor de la tribu de Pocahontas viste, pero a pesar de no haber llegado ni a la segunda década de vida, creo que me pasaron suficientes cosas para incluír algunas de mis anéctodas a la lista de "ojalá que nunca te pase": y voy desde la puteada que te sale cuando tu dedo chiquito se choca con la esquina de la cajonera, o de la indignación que sentís cuando ves que una nena de cuatro años se viste con mejor ropa que la tuya... HASTA LA IMPOTENCIA DE DARTE CUENTA DE QUE TOMARON A ALGUIEN MÁS EN EL LABURO EN VEZ DE TOMARTE A VOS. Por cosas que resbalan de nuestras manos como arena, no podemos evitar que esto pase. No importó si tuviste más experiencia, si por ahí estabas más apta... TOMARON A LA OTRA EN VEZ DE A VOS.

Al principio me sentí indignada, absorta, anonadada, perdida, me negaba a creerlo. ¿Cómo pudo ser posible? Dios ni siquiera se había ocupado de cerrar sigilosamente la puerta. Con toda la ilusión y atención que tenía puesta en la entrada, me golpeó la nariz de un portazo dejandome tildada por un tiempo y me mostró sin restricciones que esa persona había llegado más alto que yo y con menos esfuerzo. "¡Él abre ventanas, ya vas a tener otra oportunidad!" - me decían, ¡el problema era que yo no veía ni una fisura en la pared!
Sin embargo el Lunes recibí una llamada que me hizo volver a las estrellas. Me negué a ilusionarme de vuelta pero siguieron llamándome, siguieron dándome a entender que les gusto, que "sería algo postivo para el lugar"...

NI HABLAR, no es el hotel donde realmente quería trabajar desde el principio y cuyo lugar ocupa otra persona, pero este es lindísimo con sus cuatro estrellas, la gente también, me encanta más que comer Lemon Pie con mucho merengue. ¡Así que espero que esta ventana permanezca abierta! De verdad tengo muchas ganas de trabajar.
No tuve la suerte de trabajar acá...

Pero ojalá que no sea lo mismo con esto :)

"Lo opuesto del trabajo no es el ocio, el juego o la diversión, sino la pereza, el hecho de no invertir nuestras aptitudes".